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martes, 9 de febrero de 2016

TOBÍAS



Tobías fue un hombre muy bueno que vivió en el norte de Palestina, y que siempre fue fiel al amor de Dios.
Sin embargo, a su alrededor, su pueblo, e incluso su familia, no era fiel al Dios de los israelitas. Pero él era constante y siempre cumplía con los mandamientos del Señor.
Tobías pasó por muchas penurias y su vida no fue fácil. Perdió la vista, y no pudo evitar desesperarse, porque creía que no se merecía tanto dolor, ya que siempre había intentado portarse bien. Y, llorando, le dijo al Señor: «Justo eres, Señor, y justas son todas tus obras; siempre juzgas según la verdad y la justicia. No me castigues por mis pecados, ni por mis ignorancias, ni por las que mis padres cometieron contra ti (…) Quítame el aliento de vida para que muera y me convierta en polvo; porque prefiero morir a vivir, pues he oído ultrajes mentirosos y una gran tristeza se apodera de mí. Haz que yo sea liberado de esta angustia para ir al eterno lugar. No apartes tu rostro de mí».

Al mismo tiempo, en un lugar llamado Ecbatana de Media,una joven llamada Sara sufría y era insultada por otras mujeres ya que se había casado siete veces y los siete maridos se le habían muerto nada más contraer matrimonio. Tampoco Sara entendía la razón de tanto dolor y tanta vergüenza como estaba pasando y también ella acudía al Señor pidiéndole que la llevara a su lado para que no pudiera escuchar más burlas: "Tu sabes, Señor, que estoy limpia de pecado... Ten piedad de mi y que no vuelva a escuchar más burlas y ultrajes..."

El Señor escuchaba la oración de los dos y envió un ángel, Rafael, para auxiliarles. 
Y ocurrió de la siguiente forma: Tobías envió a su hijo a buscar un dinero que le pertenecía y que tenía un señor en un pueblo lejano. Su hijo buscó a un acompañante que pudiera indicarle el camino y aquí es cuando apareció Rafael, ángel del Señor, que se ofreció a acompañar al hijo en el viaje. Aunque, claro, nadie sabía que era un ángel. Comenzó el viaje y sucedió que, cuando se bañaba en un río, un pez gigante quiso atacarle pero Rafael le salvó diciéndole que lo atrapara y, una vez sobre la tierra, le mandó sacarle algunas vísceras y la hiel al pez. Le sería útil en el futuro. En el camino, un día Rafael le indicó al hijo de Tobías que pasarían la noche en Ecbatana de Media, ya que allí tobías tenía a un pariente suyo: Raguel. Además, la hija de Raguel, Sara, de la que antes hemos hablado, era una muchacha bella y la tomaría por esposa, pues existía la costumbre de que tenían que contraer matrimonio con gente de su mismo linaje. "¿Pero no dicen que Sara tiene un demonio que hace que todos los esposos se le mueran nada más contraer matrimonio?", le preguntó el hijo de Tobías a Rafael.
"Tu no te preocupes por eso -respondió el ángel- Sara es de tu linaje y con ella tienes que casarte. Cuando te hayas casado, esa misma noche, quemarás las vísceras del pez que mataste e invocarás al Señor, que Él te ayudará, porque Sara está destinada desde siempre para ser tu esposa". 
Y tal como había dicho Rafael, los dos fueron acogidos en casa del pariente de Tobías con mucho cariño, y esa misma noche contrajeron matrimonio los dos jóvenes. El hijo de Tobías no se olvidó de lo que le había aconsejado Rafael y, por la noche, junto con su mujer, quemó las víscera del pez y rezó a Dios para que tuvieran larga vida en su matrimonio.

Todos temían encontrar al hijo de Tobías muerto al día siguiente pero al ver que era el primer esposo que había sobrevivido, vieron que él era la persona con la que Sara estaba destinada a casarse. El padre de Sara se puso tan contento que celebraron la boda durante 14 días. Al término de las celebraciones, el hijo de Tobías quiso ponerse en camino de vuelta a casa, pues sus padres debían de estar preocupados por su tardanza. Al llegar a casa, Rafael le dijo a Tobías que frotara los ojos de su padre con la hiel que habían guardado del pez. Así lo hizo y Tobías recobró la vista después de ocho años de ceguera.

No sabían cómo agradecerle a Rafael todo lo que había hecho por ellos. Entonces, Rafael dijo: "Yo soy Rafael,uno de los siete santos ángeles que presentamos las oraciones de los justos. Cuando orabais tu, Tobías y Sara, yo presentaba ante el Señor todas vuestras oraciones. He venido por voluntad de dios y ahora vuelvo con el que me envió".

Fuente: Alfa y Omega (Pequealfa)

miércoles, 3 de febrero de 2016

EL PROFETA MALAQUÍAS


Malaquías vivió en un tiempo en el que los judíos no le rendían culto a Dios como debía ser y le ofrecían lo más pobre y peor que tenían. Malaquías, el profeta, habla en nombre de Dios cuando les reprende 
mostrándoles lo mucho que Dios los ama y lo necesario que era honrar a su Padre del Cielo: «Palabra de Yavé a Israel, por medio de Malaquías: El hijo honra a su padre y el siervo teme a su señor. Pues si yo soy Padre, ¿dónde está mi honra? Si yo soy Señor, ¿dónde está mi temor? –dice Yavé de los ejércitos a vosotros, sacerdotes, que despreciáis su nombre–. Decís: “¿En qué menospreciamos tu nombre?” Ofrecéis en mi altar pan inmundo y decís: “¿En qué le hemos hecho inmundo?” En decir: “La mesa de Yavé es despreciable”. Y ofrecer en sacrificio lo ciego, ¿no es malo?; y ofrecer lo cojo o lo enfermo, ¿no es malo?».
También anuncia que llegará un ángel precursor, un mensajero que preparará el camino delante de Yavé. Y explica a los israelitas que cuando llegue el día de Yavé para los que han temido su nombre y han cumplido los mandamientos "se alzará un sol de justicia que traerá en sus alas la salud y saldréis y brincaréis como terneros que salen del establo".

Fuente: Alfa y Omega (Pequealfa)